
Isaias 51 – Apóstol Raul Oliva
Isaías 51-2. Escuchad — aquí otra vez dirige su discurso a los judíos creyentes y piadosos, que él describe como los que son los siguen tras la justicia, que desean fervientemente y diligentemente perseguir la justificación de sus personas, la santificación de su naturaleza y la obediencia práctica a la ley de Dios; para obtener las bendiciones que buscaban del Señor — es decir, buscaban ser conocidos y reconciliados con él, para que se manifieste su favor y la comunicación de su espíritu.
Éstos, su verdadero pueblo, los exhorta a mirar a la roca donde fueron tallados. — para que consideren el estado de Abraham y de Sara antes de que Dios les diera Isaac, de quien surgieron Jacob y su posteridad.
Él compara a los cuerpos de Abraham y Sara a una roca, o pozo o mina, fuera de las cuales las piedras fueron labradas o cavadas; lo que implica que Dios, realmente hizo lo que Juan el Bautista dijo que era capaz de hacer, (Mateo 3:9) incluso de las piedras levantar hijos a Abraham; entonces imposible ya que por el curso de la naturaleza, Abraham y Sara eran de edad tan avanzada para tener un hijo y se compara como una roca, que lo llama solo — hebreo, אחד, uno; es decir, cuando él era una sola persona, sin hijos ni familia, lo llamó desde su país para seguirlo a una tierra desconocida, donde prometió que sería multiplicarlo excesivamente.
Y lo bendijo y multiplicó, es decir, en una gran multitud, cuando su estado era desesperado en el ojo de la razón. Y por lo tanto Dios puede hacer tan fácilmente y levantar su iglesia cuando está en la condición más triste y parece consumida, muerta y enterrada, así que nada más que huesos secos siguen siendo de ellos, como se declara en general en Ezequiel Cap. 37.
Comentario conciso de Matthew Henry
51-3 es bueno para los privilegiados por el nuevo nacimiento, tener en cuenta que estaban deformes en el pecado. Esto debe causar bajos pensamientos de nosotros mismos, altos pensamientos de la gracia divina. Es un gran confort ser útil a la gloria de Dios.
Cuanto más santidad los hombres tienen, más bien hacen, y más alegría tienen. Reflexionemos seriamente en nuestra culpa. Para ello tenemos que mantener el corazón humilde y la conciencia despierta y sensible. Hacer a Cristo más precioso para el alma dará vigor a nuestros intentos y oraciones por los demás.
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