Javier A Ramon

Pastor dice: “yo manipulé gente”

26 Ene 2015 / ADM / IGLESIA Y MINISTERIO

Con gran franqueza y honestidad, el pastor Javier de Puerto Rico nos habla de los errores conscientes e inconscientes que cometió al pastorear un grupo de hermanos. Él nos habla cuando su vocación ministerial se transformó de algo sencillo a algo organizativo cambiando el enfoque de la edificación en Cristo unos a otros.

Nos lo dice de la siguiente manera:
“No quiero narrar mi vida, sólo quiero dar una idea de quién soy y algunas cosas que Dios me ha ido enseñando por medio de la relación directa con Él.

Fui pastor en una congregación local por diez años (1997-2007). Comencé pastoreando mexicanos que trabajaban en las granjas de tabaco en el estado de Virginia, Estados Unidos.

Javier A Ramón[/caption]Luego, me mudé a Puerto Rico, tierra donde nací. Mi esposa y yo comenzamos a reunirnos en la sala de nuestra casa junto con familiares para estudiar y conocer mejor al Señor. Claro, nuestra idea era “comenzar” una congregación local y continuarla a medida que fuera creciendo.

Durante dos años aproximadamente nos reunimos en nuestra casa y fuimos creciendo poco a poco. Llegó un punto en el cual nuestra casa era pequeña para la cantidad de gente que asistía semanalmente. Fue cuando decidimos buscar un local para reunirnos y “formalizar” el funcionamiento de la congregación. En ese momento empezaron a florecer los problemas porque nuestro enfoque cambió en forma inconsciente, de edificarnos en Cristo a tener que mantener y desarrollar a la congregación. Claro, para mí el edificarnos y el buscar a los “perdidos” era parte de la función de la “organización”.

Poco a poco el descontento y frustración se fueron apoderando de mí, aunque no lo compartía con nadie, porque no veía los resultados que esperaba. Había dentro de mí el hambre de encontrar algo que fuera “real”, no creado por los miembros de una congregación. En ese momento yo pensé que lo que produciría satisfacción en mí sería tener una congregación grande y que Dios me usara con poder. Busqué diferentes programas y “ministerios”, además de formas diferentes de reunión, para satisfacer ese anhelo de algo “real”, que en ese momento no sabía qué era.

Hicimos grupos pequeños, diferentes campañas, cambiamos la hora de reunión, el lugar de reunión, creamos programas para damas, caballeros, niños, etc. Algunos funcionaban por un tiempo, otros no, y después había que buscar algo distinto. Por supuesto, yo siempre le echaba la culpa a la gente que no estaba “comprometida” con la obra del Señor. Lastimé mucha gente porque usé la culpa y la vergüenza para lograr que la congregación funcionara “como Dios quería”, aunque no lo hacía con conciencia. Siempre perdía más de lo que ganaba.

Dios me fue enseñando y revelando que el problema no estaba en la gente, estaba en mi conocimiento de lo que era la iglesia y en la forma de hacer “iglesia”. Aunque conocía las palabras de Jesús, “edificaré mi iglesia”, no había conciencia en mí de que la iglesia es de Él, no mía ni de ningún pastor. Él la desarrolla y la hace crecer, no son los programas ni los servicios que se creen, ni los ministerios que se organicen. Desde luego, yo no sabía cómo dejar que Él la edificara. Pensaba que “yo” como pastor era la pieza principal. ¡Qué equivocado estaba!

Por algunos años Dios me fue revelando más cosas sobre el funcionamiento de la “iglesia”, no de congregaciones locales. Yo malinterpreté a Dios y traté de conciliar lo que Él me estaba enseñando con lo que yo había aprendido sobre cómo debe funcionar la “iglesia”. Después de algunos años llegué a la conclusión de que no hay forma de conciliar la estructura y forma institucional de hacer “iglesia” con la forma real de Dios. Yo no estoy hablando de si la iglesia usa células o grupos pequeños, o si la iglesia tiene servicios los domingos o viernes, estoy hablando de la raíz de lo que ES la “iglesia”.

La iglesia es una familia y un cuerpo vivo, no es una organización o institución como nos han hecho creer por muchos años. La iglesia es la manifestación de la vida de Dios en la tierra y no está sujeta a programas, servicios, reuniones, locales, líderes, lugares de reunión, etc. Ésta funciona dependiendo sola y exclusivamente del Padre. La pregunta que vendrá será, “¿Alguien tiene que dirigirla?” La contestación es SI. Dios mismo la dirige a medida que cada uno de sus miembros tiene una relación directa y dependiente del Padre. Somos y hacemos iglesia cada día que nos levantamos y tenemos contacto con las personas que nos rodean.

Esta realidad ha cambiado mi vida y mi frustración se ha ido por completo porque entiendo que Dios es la cabeza de la iglesia, no porque me lo enseñaron o lo he leído, sino porque lo estoy viviendo día a día.

En el año 2007 pasé por una experiencia de dolor como nunca en mi vida. Pasé por una depresión tan profunda que deseaba morirme. Sólo la gracia de Dios pudo sacarme de ese abismo porque había llegado al máximo de mi frustración y la emprendí en contra de todos lo que me rodeaban. Las mentes religiosas juzgarán mi vida y mis acciones porque se supone que un pastor se mantenga firme siempre y busque ayuda. Dios estaba quebrantando todo mi ser, mi reputación, mis creencias religiosas, en fin, todo lo que podía ser obstáculo para abrazar una nueva vida en Él.

Una de las cosas de las cuales Dios me ha librado, y me sigue librando, es de la vergüenza y el sentimiento de culpa porque el sistema tradicional de “iglesia” juzga las acciones de sus miembros y su valor depende de sus acciones. En esta experiencia me pude dar cuenta que la vieja creación y la nueva creación en Cristo no son compatibles. Yo creía que era una nueva creación, pero vivía fundamentada en la vieja. Dios me enseñó que la nueva creación tiene un fundamento y forma de vivir TOTALMENTE distinta a la vieja.

Hoy comprendo que mi experiencia de depresión fue la puerta para dejar de una vez y por todas las apariencias, expectativas y forma tradicional y sin vida de lo que debe ser una “iglesia”.

Hoy dedico mi vida a relacionarme con gente en forma espontánea para que la vida de Dios pueda fluir en sus vidas sin la necesidad de una “estructura eclesiástica” y manifestando el amor de Dios. Yo no me considero alguien especial, según el mundo, yo sé que soy especial para Dios y eso me basta. No quiero agradar a nadie en este mundo, sólo quiero disfrutar a mi Dios y compartirlo con otr@s.

Hay muchas personas que no se atreven a admitir su frustración y enojo contra el sistema de congregaciones locales porque tienen miedo de que a Dios no le guste. La religión te lleva a vivir esclavo de tus sentimientos y de esa forma se manipulan las acciones de los que son parte de ese sistema. Yo lo sé porque yo también fui uno de los que manipularon y manipulé gente, consciente o inconscientemente. Le pido perdón a todos esos que lastimé y juzgué creyendo que “yo” era mejor. Dios no me hizo Su hijo para juzgar, si no para amar.

Hoy vivo más libre que nunca junto a mi esposa, Dennise, y mis dos hijos, Ashley y Xavier. Estamos disfrutando nuestra relación con el Padre fundada en el amor y no en la productividad que exige el sistema religioso. Nos falta mucho por recorrer y estamos aprendiendo día a día a medida que compartimos con otros sin motivos ulteriores que no sea amar y conocer. Todavía tengo muchos defectos, pero es bueno estar consciente de que el valor que Dios me da no depende de lo que hago por Él, sino de que soy Su hijo…

¡Aleluya!

En Él,

Javier”

Sitio: www.viviendoenel.org

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