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I. Testimonio de Ireneo sobre Policarpo.
...Siendo yo niño, conviví con Policarpo en el Asia Menor...
Conservo una memoria de las cosas de aquella época mejor que de las de ahora, porque lo que aprendemos de niños crece con la misma vida y se hace una cosa con ella.
Podría decir incluso el lugar donde el bienaventurado Policarpo se solía sentar para conversar, sus idas y venidas, el carácter de su vida, sus rasgos físicos y sus discursos al pueblo.
Él contaba cómo había convivido con Juan y con los que habían visto al Señor. Decía que se acordaba muy bien de sus palabras, y explicaba lo que había oído de ellos acerca del Señor, sus milagros y sus enseñanzas.
Habiendo recibido todas estas cosas de los que habían sido testigos oculares del Verbo de la Vida, Policarpo lo explicaba todo en consonancia con las Escrituras.
Por mi parte, por la misericordia que el Señor me hizo, escuchaba ya entonces con diligencia todas estas cosas, procurando tomar nota de ello, no sobre el papel, sino en mi corazón.
Y siempre, por la gracia de Dios, he procurado conservarlo vivo con toda fidelidad... Lo que él pensaba está bien claro en las cartas que él escribió a las Iglesias de su vecindad para robustecerlas o, también a algunos de los hermanos, exhortándolos o consolándolos...