Sanando la Tierra

No es una fe ciega

25 junio, 2014 / adm / Iglesia y Ministerio

fe ciega

Tim Challies cuenta como “No es una fe ciega” el confiar en Dios en un post en la publicación “The Christian Post”, y así lo comparte con una reflexión de un suceso de la vida diaria que a todos nos sucede:

“No fue bueno por la mañana. Ayer fue el día de las elecciones aquí en Ontario y los resultados no salieron como yo esperaba.

Tenemos el mismo gobierno que el día anterior, pero con un mandato más claro y más fuerte. Me resulta un mandato particularmente preocupante e incluso mortal.

En el período posterior encuentro que mi fe se está probando. ¿Puedo encontrar alegría hoy? ¿Voy a creer en Romanos 13:02 hoy? «Porque no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen han sido establecidas por Dios.»

Dios sabía esto. Dios vio esto. Dios permitió esto. Dios instituyó incluso estas autoridades. ¿Voy a creer? ¿Voy a encontrar la alegría en ello?

Hoy es un buen día para considerar la naturaleza de mi fe y, más aún, el objeto de mi fe.

La semana pasada estuve reflexionando sobre la fe de Abraham y observé esto: La verdadera fe no exige respuestas. No necesitamos fe cuando tenemos todas las respuestas.

Necesitamos fe cuando no tenemos todas las respuestas.

Necesitamos la fe cuando el camino no parece claro por delante o es intimidante, cuando las respuestas son difíciles de encontrar.

La fe es confiar en alguien que tiene las respuestas que nos faltan. La fe es confiar en la bondad, en el carácter de Dios.

Esta es la fe que veo en Abraham cuando él asintió con la demanda de Dios al ofrecer a su hijo como sacrificio a Dios.

Dios le pidió a Abraham que sacrificara al hijo tan esperado a través de quien Dios había garantizado una multitud de naciones y, mejor aún, un Mesías.

«Toma a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré» (Génesis 22:02).

La promesa fue hecha, la promesa se ​​cumplió, y ahora Dios amenazó con echar todo por la borda.

Pero aun así Abraham obedeció. ¿Por qué? Debido a esto: En última instancia, la fe no está en un resultado, pero en una persona.

La fe de Abraham no estaba en la supervivencia de Isaac; su fe estaba en Dios. Esto significa que podría perder a Isaac sin perder su fe. Estaba tan convencido de la bondad y fidelidad de Dios que él estaba dispuesto a hacer lo que parecía imposible.

Tendría nada de nuevo.

Más tarde, en el libro de Hebreos, leemos más acerca de Abraham. El autor se jactaba en el pueblo de Dios, presumiendo de su fe, y dice lo siguiente: «Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas estaba en el acto de ofrecer a su único hijo, de quien se dijo: «A través de Isaac será tu descendencia.

Consideró que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, él lo recibió de nuevo».

En pocas palabras, Abraham creyó en las promesas de Dios porque él confiaba en el carácter de Dios.

Él confiaba en Dios, incluso cuando el camino parecía tan extraño, no tan claro, tan contradictorio.

La fe cristiana es a veces satirizada como una fe ciega, pero eso es un error.

La fe cristiana no es una fe ciega, sino una fe que ve. Hemos visto a Dios y amamos a Dios y confiamos en él en un grado tal que no necesitamos, o pedimos todas las respuestas.

Nosotros confiamos y obedecemos, incluso cuando no entendemos e incluso cuando no podemos ver la línea de meta.

Y hoy me pregunto esto: ¿Voy a confiar en Dios aun cuando el camino no está claro, e incluso cuando no lo entiendo? ¿Voy con alegría a someterme a la voluntad de Dios, sabiendo y confiando en que él es bueno?

Es mi fe lo suficientemente profunda como para decir: «Yo no lo entiendo, pero sé que Dios es bueno.» ¿Está mi fe en un resultado, o está mi fe en Dios?

Debería seguir el ejemplo de Abraham. Dios le dio a Abraham tres días para caminar de su casa a esa montaña donde iba a ofrecer a su hijo.

Pero en ese largo y doloroso camino a pie debe haber sido tentado a entrar en desesperación, Abraham no era inquietante. Él no se quejaba. Él no se lamentaba.

En cambio, él estaba considerando cómo Dios iba a usar esto para bien. Se nos dice en Hebreos que Abraham tomó una decisión que Dios quería y podía levantar a Isaac de entre los muertos.

Cuando Abraham lo estaba poniendo a prueba, decidió no concentrarse en el dolor, pero en el triunfo, y pasó su tiempo imaginando cómo Dios iba a trabajar incluso esto «para el bien, para aquellos que son llamados conforme a su propósito» (Romanos 8: 28). No debemos hacer menos.

Dios permanece. Las promesas de Dios permanecen. Mi confianza en Dios permanece.

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